Por John MacArthur

Quizás más que cualquier otra iglesia del Nuevo Testamento, la iglesia de Filipos se caracterizaba por sus generosas ofrendas sacrificiales. Su apoyo a Pablo se extendió a lo largo de sus viajes misioneros y fue una fuente de gran alegría para él. Además de dinero, también enviaron a Epafrodito, un hombre piadoso que ministró a Pablo durante su encarcelamiento (Filipenses 2:25-30; 4:18).

Pablo era selectivo a la hora de aceptar el apoyo financiero de las iglesias porque no quería ser una carga ni que se malinterpretaran sus motivos.1 Corintios 9:6-14 nos dice que tenía derecho a recibir apoyo de aquellos a quienes ministraba, pero renunció a ese derecho para que el evangelio no se viera obstaculizado de ninguna manera. Pablo escribe a los corintios: «Cuando estuve con vosotros y tuve necesidad, no fui carga para nadie... En todo me guardé de serles carga, y así lo haré» (2 Corintios 11:9).

De manera similar, escribió a los tesalonicenses: «No actuamos de manera indisciplinada entre vosotros, ni comimos el pan de nadie sin pagarlo, sino que con trabajo y esfuerzo seguimos trabajando día y noche para no ser una carga para ninguno de vosotros» (2 Tesalonicenses 3:7-9).

Por el contrario, la disposición de Pablo de aceptar el apoyo de la iglesia en Filipos habla de la confianza y el afecto especiales que compartían.

Al parecer, la generosidad de los filipenses era tan grande que les dejaba sin recursos para sus propias necesidades. Pablo les aseguró que sus sacrificios eran muy agradables a Dios y que Él supliría todas sus necesidades según sus riquezas en Cristo Jesús (Filipenses 4:18-19).

Este artículo es un extracto del libro Drawing Near, de John MacArthur. Crossway Books, 1993.

Gracias por ser una iglesia que ha sido un modelo de generosidad y sacrificio. Por la gracia de Dios, han sostenido la obra de casi 70 años de ministerio.

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